miércoles, 27 de mayo de 2015

La Entropía Espiritual - Serie Breve 30



En el ritual Martinista, “la caída se simboliza como un desplazamiento caótico”. La palabra caos significa desorden y su concepto es opuesto al de cosmos que se traduce como orden.

La palabra caos describe magníficamente la vida del llamado “Hombre del Torrente” de Louis Claude de Saint-Martin. El Hombre del Torrente no tiene ningún control sobre su existencia. Las cosas le suceden, algunas buenas y otras malas, por razones que escapan a su comprensión. Su vida transcurre sobre un mar turbulento y su destino está a merced de fuerzas que no sabe cómo dirigir.

En el plano físico, los científicos han cuantificado el desorden con una propiedad conocida como entropía. Cuanto mayor es el desorden, mayor es la entropía. Las leyes de la naturaleza impulsan a los fenómenos naturales a estados de mayor entropía. Inclusive se habla de una muerte térmica o muerte entrópica como un posible estado final del universo en el que no hay energía libre para crear y mantener la vida y otros procesos. En términos físicos, el universo habría alcanzado la máxima entropía.

En el plano espiritual, este estado de máxima entropía o máximo desorden corresponde a la muerte espiritual. Así los llamaba el Maestro Jesús: “dejad que los muertos entierren a sus muertos”. Estados de mayor degradación psicológica y moral corresponden a estados de mayor entropía.

La física no parece tener remedio para esta muerte entrópica, pero sí lo encontramos en mundo espiritual. El alma, cuando habita en la materia y permite que las energías del creador le insuflen vida, actúa como una anti-entropía, restableciendo el orden en nuestro mundo interior.

La anti-entropía, entonces, se produce cuando nos nutrimos del árbol de la vida, mientras la entropía se genera al alimentarnos del árbol de la ciencia. Este último genera desorden en la psiquis y en la vida,  mientras que el primero pone orden en nuestra alma y armonía en nuestra vida. “Restablece el equilibrio para que vuelva a restaurarse la estrella de seis puntas, símbolo del Orden Cósmico”.

Es pertinente recodar que las primeras palabras del génesis hacen referencia a esta idea. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra, y la tierra estaba desordenada y vacía…” (Tohu va Bohu en el original Hebreo) “…y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”

La materia por sí misma es desordenada (caótica) y vacía todavía del principio espiritual. Sólo al ser habitada por éste adquiere vida y se establece el orden Cósmico. Sólo al restablecer la conexión con Dios a través del árbol de la vida en la iniciación, comenzamos a regenerar nuestro microcosmos dejando de ser Hombres del Torrente para convertirnos en Hombres de Deseo.


Albanus


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