martes, 20 de mayo de 2014

Los Hombres Simbólicos en el Martinismo - Serie Simbólica 10

(I. Introducción)

 



Como ya se ha venido mencionando en esta Serie, el hombre es un ser único que se encuentra dividido en sí mismo. Aunque lo diviso no es en su esencia, sino en su consciencia.

En la historia humana, esta temática se ha tratado de innumerables formas y bajo diversas maneras. Tal vez muchas de ellas no lo expongan tan directamente, o con tanta claridad, y por ello quede como escondido ante la mirada superficial y analítica de los hombres.

En el tránsito de las vías espirituales, las personas deberían ir recorriendo distintos grados que, usualmente, se otorgan por iniciación u ordenación. Cada uno de ellos es representativo de una cualidad y de un estado natural en el que se deben obtener ciertas nociones y conocimientos determinados, que sirven a la finalidad que cada vía se esmera por alcanzar.

En realidad se trataría de ir tomando consciencia sobre distintas fases de uno mismo, con el propósito de poder unir todo aquello que en nosotros se encuentra disgregado o disperso; con la única finalidad de llegar a comprender y discernir la unidad en todas las cosas.

Dentro del orden natural que a todos nos es común, podemos fácilmente interpretar esta cuestión cuando recurrimos a las distintas instancias que los seres experimentamos a lo largo de nuestras existencias mundanas.

El estado consciente que posee un niño, no es el mismo que el de un adolescente. Diferenciándose éste además del adulto y del anciano. Cada etapa aquí mencionada necesita que ciertas experiencias sean vividas y desarrolladas en su propio orden temporal. Pero, de todas ellas, uno podría generalmente decir que el hombre en su ancianidad es quien, supuestamente, ha logrado una mayor experiencia de vida y una consciencia de las cosas mucho más acabada que en el resto de las otras etapas que él mismo ha transitado a lo largo de su existencia.

De igual manera no debe resultar ser el mismo saber, aquel que una persona ha ido logrando a lo largo de su preparación escolar. Ya que cada etapa significó un progreso y un crecimiento particular muy importante, integrándose desde el jardín de infantes hasta su logro profesional o especialización, cualquiera sea.

Pues bien, idénticos desarrollos suceden igualmente en un orden distinto al descrito, cuando los hombres sienten un llamado ignoto e íntimo de buscar en su alma espiritual, aquello que queda sin respuesta satisfactoria al ser la vida racional o mundana el único recurso en el que tales búsquedas se movilizan.

Dentro de un orden ubicado más cercanamente entre lo moral y lo social, recuerdo cuando en mi adolescencia mi padre me recomendara la lectura de “El Hombre Mediocre” de José Ingenieros. En este libro se desarrollan distintas instancias que el autor describe mediante tres diferentes aspectos brindados a los hombres con los títulos de: Hombre Inferior, Hombre Mediocre y Hombre Idealista.

Si hacemos referencia a la masonería, por ejemplo, se ve esto reflejado por los tres grados simbólicos que la misma posee. Haciendo del recién iniciado un Aprendiz, luego un Compañero y finalmente un Maestro. Siendo el no iniciado ubicado en el mundo profano.

Otras órdenes, en cambio, utilizan una escala de siete grados para determinar las instancias que el hombre debe transitar para unificar su consciencia (existiendo tantas variantes como órdenes). Pero debemos entender finalmente que estas gradaciones no deberían ser sino meros formalismos utilizados para alcanzar un mismo fin. Ya que, en gran parte, todas las escuelas abocadas al conocimiento de uno mismo, no podrían lograr este sublime objetivo sin pasar gradualmente por aquellas instancias que permitan finalmente reintegrar al hombre a su estado primario y glorioso. Es decir, sin reintegrarlo a su unidad de consciencia.

Louis Claude de Saint Martin ha también utilizado el simbolismo de los distintos estados en que el hombre puede morar conscientemente, al reflejarlo y reflexionar sobre ello muy particularmente. Tanto así que ha dedicado a cada uno de estos aspectos del hombre, un título que los expone de manera clara y específica. Hablamos concretamente del Hombre del Torrente, el Hombre de Deseo, el Hombre Nuevo y el Hombre Espiritual.

En el libro Ecce Homo, si bien se ha expresado con mayor contundencia sobre la condición humana en general, dirigió su prédica sobre aquellos que buscan errantes el camino espiritual por medio de obras temporales o aparentes. Intentando, por su medio, que el lector reflexione y se cuestione sobre la raíz misma de la cual se nutre diariamente en sus estados pensativos. Se dirige entonces al Hombre del Torrente, sobre quien haremos próximamente una mención breve en la siguiente entrada de esta Serie.


Tomás


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