miércoles, 9 de abril de 2014

El Libro de Libros - Serie Simbólica 3



Los libros son para los hombres, en general, como grandes tesoros en dónde se acumulan el saber de los tiempos y el de su propia historia. Ellos se vuelven el símbolo memorable de todas sus acciones, pensamientos y descubrimientos.

Las sagradas escrituras, o los diferentes textos considerados sagrados por las distintas culturas y pueblos de la tierra, consiguen todavía algo más. En ellos se relata la cosmogonía, o el origen divino del hombre; su relación con la naturaleza espiritual y con aquella caótico-tenebrosa; los sucesos a él ocurridos mediante los cuales pierde su cualidad celeste; su posterior descendencia; etc.

De manera muy particular, el martinismo encuentra en la figura o simbolismo del libro, una interpretación distinta que merece a grandes rasgos, al menos, ser mencionada.

Saint Martin expresa que “el hombre es el único libro escrito por la misma mano de Dios”. En tal sentido continúa diciendo que “todos los demás libros que llegaron a nosotros... no son sino desarrollos y comentarios de este texto primitivo, de este libro original” (El Ministerio del Hombre-Espíritu)

Entendamos que esta expresión indica que el alma humana es la verdadera escritura sagrada en donde Dios inscribió su propio sello, y en donde deberíamos abiertamente leerlo todo.

Se indica que, tras la caída, el hombre ya no pudo más leer en este libro sagrado que él mismo era, debiendo entonces hacerlo mediante sus intermediarios. Es aquí que se ubican los textos sagrados de todas las tradiciones, en donde se nos relata simbólicamente aquello a lo que hemos perdido acceso, con el ánimo de que allí regresemos.

“Todo libro tradicional, cualquiera sea, debe solo ser considerado como un accesorio posterior a todas aquellas verdades importantes que reposan sobre la naturaleza de las cosas y la naturaleza constitutiva del Hombre” (El Ministerio del Hombre-Espirítu)

Por tanto, los textos inspirados por Dios y escritos por la mano de los hombres elegidos, son auxilios enviados por la Providencia para que podamos retomar el destino original de nuestras existencias hacia su verdadero orden natural.

“Sin dudas existen grados intermedios en los cuales los libros y los consejos son muy útiles, pero ellos son solo para descubrir la patria que desconocemos” (Correspondencia Teosófica)


Otra cosa son los libros que hablan de Dios, pero que no han sido por Él inspirados...

“¿Qué son esa enorme pila de libros, esta edición de la fantasía e imaginación humana que, no solo no ha esperado por Obras para relatar y describir sus maravillas, sino que se presentan conjuntamente a sí mismas con la pueril y culpable pretensión de tomar su sitio? (El Ministerio del Hombre-Espíritu)

Todos los libros que nos llegan a manos de nuestros semejantes deber ser tomados con aprecio, aunque reducidos a su real valor. Las descripciones más deslumbrantes y maravillosas de la verdad, deberían observarse como compilaciones de alegrías que nos están destinadas.

“Todas estas producciones son solo retratos. Y para ser ellos fieles reflejos de algo, deben representarnos hechos positivos y fehacientes de un original existente, al cual reportan y verdaderamente transmiten”. (El Ministerio del Hombre-Espíritu)

Sin embargo, hemos de ver que la mayor parte de los hombres se alimentan de toda clase de libros, sin concebir que es en ellos mismos que deben volver a leer con amplitud en las regiones del espíritu divino del cual descienden.

“Lean incesantemente entonces, mis hermanos, en este Hombre, en este libro de libros, sin dejar de leer aquellos escritos por los administradores de las cosas divinas, los cuales les redituarán grandes y diarios servicios” (El Ministerio del Hombre-Espíritu)

Aún así Saint Martin siente que el tiempo de los libros ha pasado, y lo que ahora el hombre debe abrir es su entendimiento. Interpreta que la mente del hombre está hastiada de libros, volviéndose “como aquellos de la alta vida, a quienes los más suculentos manjares les resultan insípidos” (El Ministerio del Hombre-Espíritu)

Por ello es que exhorta a los hombres, no solo a leer en sí mismos sino a buscar realizar las obras y acciones que espiritualmente le son destinadas.



Taborel



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